sábado, 11 de noviembre de 2017

Comentario de las Lecturas del XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. 12 de noviembre 2017

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Caminar desde Cristo.: Comentario de las Lecturas del XXXII Domingo del T...:

Debemos de estar muy atentos a nuestras actitudes, a nuestra vida de cristianos. ¿Hemos pensado alguna vez en la escena de encontrarnos con Jesús, el amado Maestro, y que no nos reconociera? El epílogo del texto evangélico de hoy es estremecedor. Las doncellas llaman desde fuera: "Señor, señor, ábrenos." Pero él responde: "Os lo aseguro: no os conozco". Hay un riesgo grave entre los hombres y mujeres de fe. Y es caer --y tolerar-- el engaño. Dejar de ser cristianos en lo hondo, aunque lo parezcan en la superficie. Muchos de los que acuden a los templos están muy alejados del Espíritu del Señor. Y esconden tras su aparente buena fe y cercanía a Jesús, graves circunstancias que les hacen estar más cerca del "enemigo" que del Maestro. La hipocresía, la soberbia, el pecado, la incapacidad para el arrepentimiento ira produciendo una especie de abandono intimo que matará la semilla del Espíritu. Y todo puede llegar por desidia por abandono.
Los primeros cristianos han querido ver a la Iglesia-esposa en las diez vírgenes, tanto las prudentes como las necias, pues la Iglesia, antes que las bodas se celebren, está compuesta de buenos y pecadores. La parábola es una llamada a nuestra responsabilidad. Precisamente porque sabemos que el Padre nos invita a la gran fiesta, no tenemos que dejarnos perder la "sabiduría radiante" de la que nos habla la primera lectura de hoy. Las cinco jóvenes poco previsoras reciben una dura sentencia condenatoria sin haber hecho nada malo. Ni siquiera maltrataron a los criados, como el mayordomo infiel. Tropezamos aquí con el tema clásico de la omisión y la neutralidad. El teórico "no hacer nada malo" es también una manera de hacer el mal. Algo así como el negar auxilio en carretera. Es no dar de comer al hambriento, es no vestir al desnudo. La neutralidad no existe.
Nos podemos hacer una pregunta que nos sirva de luz para nuestra vida eclesial. ¿Por qué no prestan su aceite las sensatas a las necias?  El aceite y la lámpara encendida significan aquí algo personal e intransferible, que forma parte de la propia identidad, que está o no está en toda la biografía personal. ¿Qué significa tener aceite y tener lámparas encendidas? La liturgia sugiere una cierta identidad entre el aceite de la parábola y la Sabiduría. Quien la tiene, tiene la plenitud de la vida.
La Eucaristía de hoy tiene que ensanchar nuestro corazón y ahondar nuestro gozo de sabernos llamados al gran banquete de bodas: ya estamos en la casa de la novia con las lámparas encendidas, pero aún no ha llegado el novio. Entretanto la Eucaristía tiene que multiplicar y renovar, cada domingo, el aceite de nuestras lámparas, la verdadera sabiduría, que es Jesucristo. Y al mismo tiempo tiene que ser una llamada -que bien necesitamos- a la responsabilidad de nuestra vida cristiana.
Recordemos otra palabra de Jesús: "Que así resplandezca vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre del cielo". (Mt 5,16) Es así como tenemos que esperar al Señor,  encendidas las lámparas de nuestras buenas obras.

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