domingo, 8 de noviembre de 2015

Con una regla de vida la tierra vendria a ser la antesala del cielo, y el Paraíso seria para nosotros admirablemente rico de gloria y felicidad.

Con una Regla de vida, a pesar de las pruebas, nuestra vida se deslizaría dulce y
placentera, plena de confianza y de amor, cargada de virtudes y de méritos. Llegado el momento, abandonaríamos con gusto el destierro por la patria y, lejos de temer a Dios como juez, nos apresuraríamos a ir a nuestro Padre. Vendría, pues, a ser la tierra la antesala del cielo, y el Paraíso seria para nosotros admirablemente rico de gloria y felicidad.

"Aprender a vivir bien para llegar a vivir siempre. Nos ha dicho la palabra de Dios en la Escritura, tomada para exhortación nuestra: Aceptad la disciplina en la casa de la disciplina1. Disciplina viene del latín discendo. Casa de la disciplina es la Iglesia de Cristo. ¿Qué es lo que aquí se aprende y por qué se aprende? ¿Quiénes son los que aprenden y de quién aprenden? Se aprende a vivir bien. Y para eso se aprende a vivir bien: para llegar a vivir siempre. Aprenden los cristianos. Enseña Cristo. Entonces atended a lo que os diga en pocas palabras, según me lo inspire el Señor: lo primero de todo, qué es vivir bien. Lo segundo, cuál es el premio de una vida buena. Lo tercero, quiénes son verdaderos cristianos. Lo cuarto, quién es el maestro verdadero.
Todos estamos en la casa de la disciplina; pero muchos no quieren tener disciplina. Y lo que es más perverso: no quieren tener disciplina ni en la casa de la disciplina. Como además deben aceptar la disciplina en la casa de la disciplina para guardarla también en sus casas, ellos, por el contrario, quieren tener indisciplina no solamente en sus casas, sino llevarla también consigo hasta la misma casa de la disciplina. Entonces, aquellos en quienes no es estéril la palabra de Dios son los que tienen un corazón de oro, que no son como el camino, donde los pájaros arrebatan la semilla cuando ha caído; que no son como el pedregal, donde la semilla no puede tener raíz profunda, y aunque brota a tiempo, se seca en el estío; que no son como el campo espinoso, donde la semilla, cuando ha germinado y ha comenzado a entallecer, es sofocada por la densidad de las zarzas, sino que son como la tierra buena preparada para recibir la semilla y dar fruto: ya el ciento, el sesenta o el treinta. (Recordad vosotros, los que no sin razón entráis en la escuela de la disciplina, que he mencionado estas comparaciones del Evangelio).
 Por tanto, los que son tales que acepten lo que el Señor se digna decir por mí. En efecto, siendo él el que siembra, ¿qué es lo que soy yo? Apenas la espuerta del sembrador. El se digna depositar en mí lo que él os va a esparcir. No queráis, pues, reparar en la vileza de la espuerta, sino en la caridad de la semilla y en la potestad del sembrador". (San Agustin). 
 Nosotros, al menos, amemos a nuestro fiel Maestro, tan sabio y tan bueno; hagamos con ánimo esforzado todo lo que El quiere; aceptemos con confianza todo cuanto El dispone: éste es el camino de elevadas virtudes, el secreto de la dicha para el tiempo y para la eternidad.
Con este fin os proponemos una serie de reflexiones acerca de la regla de vida (podeis encontrarlas en este Blog -busca en los tags del blog la expresión "Regla de vida").
 

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