viernes, 3 de enero de 2014

“Habla Señor, que tu siervo escucha”

El Señor habla a nuestro corazón. 
Me siento inclinado a orar al Señor y decirle como Saúl “Habla, que tu siervo escucha”. Que no sea mi voluntad, sino la del Señor la que me guíe en este mar lleno de ruidos y vaivenes. Esperar que el Señor llame desde la orilla, para indicarme dónde lanzar las redes.
Es él el que busca, llama, interroga al hombre, pidiéndole simplemente que le escuche y le acoja. 
La oración es nuestra respuesta a Dios y, por consiguiente, al amor, porque «Dios es amor».
Si respondes a Dios en la oración, tu persona pasa casi a segundo plano, porque el que actúa como protagonista es Dios mismo, que, derramando su amor en tu oración, lo difunde por el mundo a través de ti.
Dice San Gregorio Magno: “La verdadera obediencia ni discute la intención de lo mandado, ni lo juzga, pues el que decide obedecer con perfección, renuncia a emitir juicios” (S. Gregorio Magno, In primum Regum 2,4,11). Sin duda la obediencia perfecta nunca es ciega, ya que se nutre de la Gracia de Dios, que nos abre los oídos para oír y los ojos para ver.
Inmensamente bienaventurado es aquel que percibe en silencio el susurro divino y repite con frecuencia aquello de Samuel: “Habla Señor, que tu siervo escucha” (San Bernardo, Sermones de diversis 23,7). Como dice San Bernardo, quien escucha el susurro divino, es inmensamente bienaventurado. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.
Criticar ensucia nuestros corazones y llena nuestra mente de ruido innecesario. Ya nos dijo Cristo que el primer mandamiento es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.”(Mc 12,30). Si nuestra mente está llena de odios, rencores y envidias. ¿Cómo podremos escuchar el susurro divino. Si nuestro corazón está sucio con la falta de caridad ¿Cómo escucharemos la voz que nos indica el camino?


1 comentario:

  1. Los caminos del Señor son inescrutables, busco la manera de podar un olivo me encuentro en el blog de Analía, que me parece precioso por cierto, y allí me encuentro con mi amigo del que hacía tiempo no tenía noticias, Rafael Plá, total que aquí estoy con todos vosotros esperando que Dios me siga hablando, desde luego lo de que la oración estabiliza las emociones lo puedo confirmar aunque tengo que seguir rezando mucho más o poner más el oído. Gracias a todos por estar ahí, gracias por tan bellas palabras.

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