sábado, 23 de noviembre de 2013

Si supiéramos ver siempre la voluntad providencial de Dios , tendríamos gran facilidad para , adherirnos siempre a ella, cumplirla con generosidad.

¡ Dichosos aquellos que poseen la sabiduría de ver la mano de nuestro Padre celestial en todos los acontecimientos, agradables o penosos, y no mirarlos sino a la luz de la eternidad!.
Si supiéramos ver siempre la voluntad providencial de Dios , tendríamos gran facilidad para , adherirnos siempre a ella, cumplirla con generosidad, con amor y fidelidad como los santos y los ángeles lo hacen en el cielo, esta voluntad divina transformaría muy pronto la faz de la tierra; la santidad florecería por todas partes, reinarían la alegría en los corazones, la caridad entre los hombres, la paz en las familias y en las naciones.
El Beato Juan Pablo II, en su homilía de inicio de pontificado, el 22 de octubre de 1978, se presentó al mundo exclamando: «¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!». Por esta invitación nos sentimos interpelados y en ese camino queremos peregrinar.
¿Por cuál norma debo vivir? ¿Cómo debo andar? ¿Cómo puedo vivir una vida santa, que sea separada y dedicada al servicio de Jesucristo?.
Somos nuevas criaturas en Cristo por la gracia de Dios, y en ningún caso por las obras de la ley (2 Corintios 5:17, Efesios 2:8-10; 4:24; Colosenses 3:10), así pues como  cristianos estamos llamados a caminar de acuerdo a la REGLA DE LA NUEVA CRIATURA (Gálatas 6:15-16). Por fe debemos contar con el hecho de que somos nuevas criaturas en Cristo Jesús, unidos a Él en un vínculo asombroso, participando en su muerte y participando en su vida de resurrección.
¿Por qué una regla de vida?.
Es posible, que una persona vaya andando hacia una ciudad sin sujetarse a camino alguno. Pero el intento le resultará mucho más lento, y sumamente fatigoso, pues con frecuencia habrá de atravesar por barrancos, lugares cercados, zonas pantanosas y bosques. Es muy probable que se extravíe más de una vez, que dé muchos rodeos innecesarios, que se pierda totalmente, o que incluso acabe por seguir caminando, pero ya sin intentar mantener una orientación continua hacia la meta que en un principio pretendía.

Ricos de fe, de confianza y de amor, nos hallamos en excelentes disposiciones para recibir con respeto y confiados  los acontecimientos de la vida,, a medida que se produzcan, o para esperarlos con tranquilidad y sosiego de corazón  y en una paz llena de confianza. Haciendo la voluntad de Dios significada, y sin omitir la previsión y los esfuerzos que requiere la prudencia, se desecha fácilmente la turbación y la inquietud, se reposa en los brazos de la Providencia, al modo de un niño en el seno de su madre.
 

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