viernes, 14 de junio de 2013

Pautas para una regla de vida cristiana.



Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. (Mateo 7,7-12).

En estos tiempos difíciles en los que vivimos, el hombre está tan confundido; esto es porque tiene varias opciones y se deja intimidar o influenciar por muchas ofertas.

Hoy en día escogemos lo que el mundo y la carne ofrecen, pero debemos saber que conllevan a un camino de muerte espiritual. Pero este día quiero mostrarte a un Dios que es tu Padre y que solamente está esperando que tú te acerques a Él con fe y le pidas, y Él te habrá de mostrar Su poder sobrenatural sobre tu vida.

Dios llama a todos al bautismo, que introduciendo en la vida cristiana significa y realiza, la vida humana solidaria y plena. Por eso mismo y a la vez, los cristianos tenemos un deber especial de colaborar para que se mejoren las condiciones de vida, como signo de que la dignidad de la vida humana pide un cierto desarrollo tanto material como espiritual. En ese marco, adquirimos, también, desde el bautismo, el compromiso de anunciar ese gran “sí” que Dios ha dado, en Cristo, a la vida humana. Un sí que pide nuestra apertura a Dios y a los demás.

El Señor que nos ha elegido como hijos queridos, quiere hacer de nuestra vida, una obra de santidad.

Recordemos las palabras bíblicas que nos muestran la atención y la fidelidad del Señor hacia cada uno de nosotros:

1.-Pedid y se os dará

Estamos acostumbrados a orar mal, puesto que pedimos conforme a nuestros deseos y pasiones. Oramos y pedimos lo que nosotros pensamos que está bien, pero es necesario pedir Su perfecta voluntad. Ya no sigas equivocándote, invita hoy al Espíritu Santo, que te ayude a pedir de la manera correcta. Debes pedir con fe creyendo con todo tu corazón y echando toda tu ansiedad sobre Él.

2.-Buscad y hallaréis

Es tiempo de buscar lo correcto, debemos estar seguros que la única opción que tenemos para salir adelante es en Jesús, solamente en Él encontraras la verdadera respuesta, la verdadera comida y la verdadera bebida que puede saciar todo tu corazón. Muchas veces en la vida buscamos y buscamos y no encontramos la solución, ni la respuesta que necesitamos, hoy debes buscar en el lugar correcto y al Dios correcto.

Deja de buscar en religiones, en costumbres, en dioses que no hablan y que no pueden cambiar tu vida, el Dios de los cielos está disponible para encontrarse contigo.

3.- Llamad y se os abrirá

El Señor es experto en abrir aquello que aparentemente está cerrado. Él abre puertas, Jesús está interesado en derramar una abundante bendición sobre ti y tu familia.

Recuerda que los cielos se pueden abrir si tú cambias tu actitud y decides hoy poner en práctica esta palabra que estas recibiendo.

Hoy debes entrar al lugar secreto, y tu Padre que está en lo secreto, atenderá tu oración.

Jesús está atento a tus oraciones y conoce todas tus necesidades antes que tu le pidas, pero Él quiere ver que tu actitud humilde, que cambies las actitudes que has tenido ante Su presencia. Que le permitas entrar en tu corazón y que Él pueda tomar el gobierno en tu vida.

Hoy Jesús te habla de una regla de oro que debes considerar: puesto que en Él no hay sombra de variación y su voluntad es Buena, Perfecta y Agradable para la vida del hombre.

Como nos recuerda el papa Francisco en la Encíclica "Lumen Fidei" , tenemos los creyentes la ayuda inestimable de la Fe con la luz que proyecta en nuestra vida.

"La luz de la Fe : la tradición de la Iglesia ha indicado con esta  expresión el gran don traído por Jesucristo, que en el Evangelio de san Juan se presenta con estas palabras: « Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas » (Jn 12,46). También san Pablo se expresa en los mismos términos: « Pues el Dios que dijo: “Brille la luz del seno de las tinieblas”, ha brillado en nuestros corazones » (2 Co 4,6). En el mundo pagano, hambriento de luz, se había desarrollado el culto al Sol, al Sol invictus, invocado a su salida. Pero, aunque renacía cada día, resultaba claro que no podía irradiar su luz sobre toda la existencia del hombre. Pues el sol no ilumina toda la realidad; sus rayos no pueden llegar hasta las sombras de la muerte, allí donde los ojos humanos se cierran a su luz. « No se ve que nadie estuviera dispuesto a morir por su Fe  en el sol »[1], decía san Justino mártir. Conscientes del vasto horizonte que la Fe  les abría, los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol, « cuyos rayos dan la vida »[2]. A Marta, que llora la muerte de su hermano Lázaro, le dice Jesús: « ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? » (Jn 11,40). Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso". (Lumen Fidei, nº 1.).

1 comentario:

  1. El menor grado de santidad que pueda tener la persona humana, el menor acto de caridad que haga, valdrá mucho más que toda ciencia o poder o fama, porque lo acercan al proyecto que Dios tiene sobre cada uno de nosotros y le dan una personalidad más excelente que todas esas otras ventajas si las tuviera; y esto, por dos razones:
    1- Porque participar de la santidad de Dios, es participar de todo lo más importante, por decirlo así, que hay en Él. Los demás atributos de Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a los hombres de tal manera que les sean naturales. Unicamente la santidad no puede serles nunca natural (sino por gracia).
    2- Porque la santidad y la felicidad son como dos hermanas inseparables y porque Dios no se da ni se une más que a las almas santas y no a las que sin poseer la santidad, poseen la ciencia, el poder y todas las demás perfecciones imaginables. Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la aumente, es preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada día tantas ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos incontables felicidades, casi imposibles de reparar. No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del Espíritu Santo, por dos razones.
    1- Porque únicamente la intimidad con Dios nos afianza contra las turbaciones y temores, mientras que la posesión de las criaturas causa mil inquietudes y mil preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta por nada, porque Dios lo es todo para él, y todo lo demás solo vale en relación a El y según El lo disponga.
    2- Porque ninguno de los bienes terrenos nos puede satisfacer ni contentar plenamente. Vaciad el mar y a continuación, echad en él una gota de agua: ¿llenaría este vacío inmenso? Todas las criaturas son limitadas y no pueden satisfacer el deseo del alma por Dios.
    La paz hace que Dios reine en el alma y que solamente Él sea el dueño. La paz mantiene a la persona humana en la perfecta dependencia de Dios. Por la gracia santificante, Dios se hace en la intimidad del corazon como una fortaleza donde habita. Por la paz se apodera de todas las facultades, fortificándolas tan poderosamente que las criaturas ya no pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el interior.
    Por eso los santos están tan unidos a Dios lo mismo en la oración que en la acción y los acontecimientos más desagradables no consiguen turbarlos. 

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